Presentación del MPGF

Bienvenidos al espacio donde un grupo ecuménico de jóvenes de espíritu comparten su Amor y Amistad, sus sueños y esfuerzos por instaurar el Reino de Cristo en la Tierra.
También comparten sus ganas de vivir con Fe; Esperanza y Caridad transitando el camino de santidad del Bienaventurado Pier Giorgio Frassati.
Verso L’alto es el grito de aliento y de victoria que repetimos constantemente, en homenaje al lema en italiano acuñado por el Benemérito Pier Giorgio. Significa “hacia lo alto” y se desprende de una de sus muchas cartas en las que repetía estas palabras, que sintetizan su sentir; su pensar y toda su vida, pues la misma se caracterizó por una virtud en permanente ascenso.
Orientó su existencia hacia lo divino, hacia lo más alto: su Rey; Maestro; Hermano y Amigo: Jesucristo. A Él, a nuestro único Señor, Alabamos y Vivamos jubilosos con el vibrante sapukai (grito en idioma guaraní) misionero.
En el M. P. G. F. nos unimos y seguimos sumando personas de buena voluntad, a fin de seguir el ejemplo del Beato de Turín y continuar su labor apostólica, animando las comunidades; evangelizando los ambientes y convirtiendo los corazones a Jesús, a partir del testimonio de vida personal.
En este mundo, cada vez más convulsionado y descomprometido, nos animamos a anunciar a Cristo Resucitado, impulsados por el Espíritu Santo y confiados de contar con la Misericordia y Providencia Divina del Padre Celestial.
Es posible vivir con dignidad y honorabilidad nuestro noble credo.
¡Hagamos la diferencia!
La Santísima Virgen María nos acompaña junto a los miles de amigos celestiales que velan nuestro caminar.
¡Adelante!
Estamos convencidos y decididos a luchar incasablemente por la Liberación Integral de la Humanidad, proclamando con alegría y coraje la Buena Nueva de la Salvación.
¡Sumate!.

viernes, 29 de febrero de 2008

Pier Giorgio Frassati (Su Opción Preferencial por los Pobres)

Hay una línea continua que une toda la existencia de Pier Giorgio: es su dedicación por los pobres.
Siendo muy pequeño, estalla en lágrimas por los necesitados echados por papá, que “seguramente habían sido mandados por Dios”. En otra oportunidad, también de niño, no duda en quitarse los zapatos y los calcetines para darlos furtivamente a la madre del niño semidesnudo que ha tocado a su puerta.
Estos hechos, como la nota trazada en el lecho de su muerte, lo describen como alguien empeñado constantemente en servir a los necesitados.
A quien le pregunta cómo hace para soportar los olores y la inmundicia, él responde: “no olvides jamás que si incluso la casa es sórdida, tú te acercas a Cristo”. Así Pier Giorgio no ama a “los pobres”; ama “cada pobre”. Y las Conferencias de San Vicente no son para él el cumplimiento de un deber de buen católico, más bien es el instrumento para garantizar la continuidad de las obras de caridad.
No lo mueve un impulso humanitario y filantrópico; si fuese así no tendría la continuidad y la intensidad que Pier Giorgio infunde. No lo anima una idea romántica de la pobreza; si fuese así no podría resistir el hedor de las casas sucias y estrechas donde entra asiduamente.
“Algunas Conferencias de San Vicente las aboliría. Cuando hay hombres que llenos de orgullo cristiano, de frente a las dificultades prefieren dejar pasar, es mejor que la Conferencia no exista. No porque las personas actúan con mala fe, sino porque esta no está adaptada a los tiempos”. Éste es su parecer. Su estilo es más bien de no retroceder jamás, apenas sospecha que puede hacer algo por alguien, cueste lo que cueste lo hace. Llegó a decir: “no basta la caridad, necesitamos una reforma social”. Lleva consigo la marca del Evangelio: “no se preocupen por la propia vida, de aquello que comerán, ni por vuestro cuerpo, como lo vestirán... busquen más bien el Reino de Dios, y todo lo demás será dado por añadidura...”
Alguna vez le increparon cómo un joven de su posición viajaba en la tercera categoría del tren: “¡porque no hay cuarta!” fue su respuesta. Ayuda a los pobres, usando el dinero que guardaba para su propio transporte y por eso regresa muchas veces a pie, a su casa. Dedicaba mucho tiempo de la semana a sostener material y espiritualmente a los más necesitados y enfermos: cuidaba a los huérfanos, enfermos y soldados que volvían de la Primera Guerra Mundial. Algunas veces, por ejemplo, sacrificó sus vacaciones para continuar algunas labores sociales que había emprendido en la ciudad y así explicaba el cambio de planes: “si todos se van de Turín, ¿quién se encargará de los pobres?”.
En otra oportunidad dice a un amigo: "En los pobres, los enfermos, los necesitados, veo una luz que nosotros no tenemos.
Jesús me visita cada día en la comunión; yo le correspondo en la manera insignificante que puedo...
Yo soy pobre como todos los pobres y deseo trabajar para ellos."
Y es verdad, ha escogido no tener nada para sí. Su crónica falta de dinero es proverbial, el abandono de los bienes familiares es declarado. Pero es la actitud con la cual entra en las casas de la gente, cuando se presenta como un “hermano de la San Vicenzo”, que revela el auténtico significado de la frase: el respeto, la delicadeza, la paciencia para escuchar los lamentos de la gente pobre, la presteza y la
simplicidad con la cual responde a las exigencias, también a aquellas no expresadas, demuestran una caridad que no baja de lo alto sino que crece canto a canto. “La vida es un don; la vida es donar. No hay nada por retener para sí, porque nada nos pertenece”.
La generosidad, el entregarse sin reservas, es el estilo con el cual Pier Giorgio atraviesa el mundo. Al punto que algunos no se harán problema en aprovecharse, pidiéndole favores, recomendaciones, referencias o dinero. Él no niega nada, excepto cuando hay un contraste con sus convicciones profundas.
Las anécdotas son interminables. Entre otras cosas buscaba alojamiento para los universitarios no turineses y frecuentemente era él quien pagaba el alquiler y regalaba libros de estudio con el pretexto de tenerlos repetidos.
En una oportunidad interrumpió una discusión en la “San Vicente” con una oferta de 500 liras, obtenidas de quien sabe donde, para poder pagar un carro de heladero que le permita a un hombre desempleado ganarse el pan.
En pleno invierno, en un clima polar, se lo vio llegar a la embajada en Berlín, sin ningún abrigo porque lo había regalado a quien más lo necesitaba.
Otra vez, con la ayuda de una amiga, facilitó a una mujer que había dado a luz bajo unas escaleras, todo lo indispensable para un recién nacido.
El número de episodios, similares a éste, venidos a la luz en el conjunto de testimonios recogidos, es tan grande que sorprende, aún más si se piensa en aquellos que quedarán por siempre en secreto. Muchos jóvenes asumen a Pier Giorgio como referencia: su vida es elocuente y rica de sugerencias para quienes viven la tensión de testimoniar al mundo el amor de Cristo muerto y resucitado para los hombres. Muchos de los problemas afrontados por él son los mismos de hoy; su capacidad de anticiparse a los tiempos nos lo hace frecuentemente descubrir cercano a nuestra sensibilidad contemporánea.
Fue un visionario que cumplió a cabalidad los llamados que, algunas décadas después, realizará la Iglesia Católica, renovada con el Concilio Vaticano II, a través de sus documentos, ejerciendo su apostolado con el mismo criterio del Obispo Mártir de La Rioja, Monseñor Enrique Angelelli, “con un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo”. También, le sonarían como propias las palabras del Padre Carlos Mugica: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición.”Las inversiones de Pier Giorgio no son de este mundo, tiene un banco en el cielo que hace de los miles por cientos.
Siempre deseó sacar el fruto de cada minuto. Lo llamaban “el estudiante que corre siempre”.
Compartió su riqueza con los pobres y necesitados de todo tipo, sin que nada quedase para él.
Supo descubrir en el rostro de cada persona el rostro de Jesús, por eso pudo acercarse a los más miserables y menesterosos, a los lugares más repulsivos, con una sonrisa en los labios y una mano abierta dispuesta siempre a ayudar.
Es el ejemplo de una vida vivida en plenitud y el M.P.G.F. se compromete a emularlo.


Gentes con Derecho (Ixcis) - http://www.padrenuestro.net/

El Dios de los Pobres (Carlos Mejía Godoy - Misa Campesina)

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